Un pequeño pueblo turístico de la costa de Nueva Inglaterra ve alterada su tranquila vida por la presencia de un gran tiburón blanco. Al igual que el temible escualo con sus indefensos nadadores, el joven Steven Spielberg, con un talento y osadía insultantes, demostró que sabía manejar a su antojo las emociones de un público aterrorizado, que flotaba en la butaca, sin siquiera presentir qué sucedería en la siguiente escena. Se trata de un film comercial casi perfecto, una historia creíble y astutamente dosificada que barrió en las taquillas de todo el mundo, convirtiéndose de inmediato en un clásico del cine de terror (que, por cierto, impidió a muchos volver a nadar tranquilos mar adentro el resto de sus días). Por lo demás, nunca unos simples compases de música provocaron tanta angustia.
Recuerdo de niño quedarme muchas veces parado delante del cartel anunciador de la película camino del colegio.
El
No hay comentarios:
Publicar un comentario